Cuando
alguien se pasa décadas en la cárcel y años en aislamiento, algo parece
romperse definitivamente. El cuerpo y sobre todo la cabeza se colapsan; solo los muertos soportan las tumbas.
Cuando a
alguien en estas circunstancias le quitan la visita de un ser querido se vuelve loc@ porque le arrebatan la escasa vida que le une con el exterior,
los pocos momentos que le permiten ser libre. El frágil equilibrio que se
mantiene a duras penas en sitio tan hostil salta por los aires. Todo se nubla y
el dolor y la rabia y el odio son tan intensos que por no matar al primero que
se cruce, un@ se raja hasta que la sangre lo cubre todo.
Cuando esto
sucede se acaba en enfermería cosid@ a grapas e hinchad@ de
tranquilizantes y hostias y vuelta al
chabolo y vuelta a empezar. Se les llama pres@s peligros@s porque responden con
violencia desesperada a la violencia rutinaria y sistemática de la institución;
drogas y palos como único tratamiento.
Cuando esta
violencia se muestra a la sociedad como proporcionada y ecuánime, manejándola
además para exigir más represión, más autoridad, más sueldo, más reconocimiento,
el odio debe pensarse y reorientarse hacia el exterior de un@, hay que salir de
la tumba, no cavarla más profunda.
A tod@s l@s
pres@s de aislamiento, en especial a José Adrián Poblete, inspirador de estas
palabras.
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